Una herida difícil de cerrar
Siempre me resultó difícil
hablar sobre una de las mayores tragedias no naturales del país, que dejó un
saldo de 194 víctimas. Esta no es la excepción, pero intentaré hacerlo desde el
respeto que se merecen lxs familiares y, por sobre todas las cosas, por
aquellxs que perdieron la vida en la madrugada del 30 de diciembre de 2004 en
el local de Once.

Recuerdo que ni bien
entramos a aquella E$$O totalmente perdida en el tiempo, del pequeño televisor
que se encontraba arriba de una tarima rodeada de adornos navideños y santos,
salieron proyectadas las imágenes más tristes e injustas que hasta el día de la
fecha vuelven a mi cabeza en cada aniversario de la masacre. Imágenes que
Crónica TV pasó una y otra vez durante días, cargadas de sus clásicas placas
rojas que traslucían el terror de lo ocurrido la noche anterior. Fue tal el
estupor y la congoja que nos invadió, que toda la pila que habíamos cargado en
los días de playa se había ido por el inodoro de la vida… ¡Qué carajo íbamos a
festejar, si se habían perdido 194 vidas! Todxs pendejxs que lo único que
hicieron fue ir a disfrutar de un recital de su banda preferida. Teníamos 24
años por aquel entonces, la misma edad que la mayoría de lxs que murieron esa
noche sofocadxs, calcinadxs, asfixiadxs o incluso aplastadxs en un antro que
jamás tendría que haber estado habilitado.
Se han dicho muchísimas
cosas sobre las distintas responsabilidades durante estos 14 años, pero si de
algo estamos seguro es que a partir del 30 de diciembre de 2004 hay 194 vidas
menos, familias destruidas y víctimas sobrevivientes que todavía viven bajo un
calvario muy difícil de procesar.
Pero
vayamos al punto de las responsabilidades…
La subjetividad por sobre
cualquier justicia, nos da la posibilidad de opinar al respecto con el mayor de
los cuidados. Es así como, desde el vamos, Chabán aparece como máximo
responsable luego de haber criado al monstruo que gerenciaba, ajeno a los
controles de máxima seguridad que requiere cualquier lugar de esa magnitud.
Recordemos que Cromañón fue el reducto que finalmente terminó por comerse a
aquellxs que sólo querían disfrutar de un show, pero durante 1985 y los
primeros 2000, Cemento, otro lugar regenteado por Chabán, fue una especie de
bomba de tiempo siempre a punto de explotar.
Pero lejos de saltarle al
cuello y demonizar por deporte la figura de uno de los padrinos de la cultura
rock de este país de los últimos 35 años, hay que apuntar también contra los
hilos escabrosos que forman parte del funcionamiento del Estado. Y cuando nos
referimos al Estado, hay que tener bien presente que hay tantos escalafones en
el entramado estatal que resulta imposible enterarse de ciento de chanchuyos
individuales que yacen por lo bajo, como las coimas que seguramente se pagaban
para el total e impune funcionamiento de República de Cromañón.
No intento escribir sobre
escrito, teniendo en cuenta que ha corrido mucha agua bajo el puente en este
tema tan delicado en nuestra historia reciente. Y, a decir verdad, habrá
quienes defiendan y culpen a unxs y a otrxs, pero de lo que sí debemos estar
seguros es de que Callejeros estaba al tanto del ingreso de pirotecnia -como
tantas bandas que se prendían a ese código identitario- y que esa noche también
perdieron amigxs, familiares y que luego cumplieron condena, justa o no, pero
condena al fin.
Después
del dolor… el camino autogestivo y solidario
Durante todos estos años una
gran camada de pseudo periodistas y opinólogos se han encargado de dar su
veredicto, sin importarles el dolor de lxs sobrevivientes y de lxs familiares,
un modo de ser que demuestra a las claras quiénes son realmente y a qué
intereses editoriales responden. Al mismo tiempo, la tragedia de Cromañón
posibilitó sembrar la semilla de la solidaridad entre lxs músicxs que, a partir
de 2005, comenzaron a organizarse para construir lazos autogestivos. Recordemos
que luego de Cromañón ningún, o casi ningún lugar, brindaba la posibilidad para
que las bandas tocasen, y en los que sí se podía tocar, era en aquellos que
tenían todo en regla, pero en los que debías desembolsar despampanantes sumas
de dinero para poder brindar un show… situación más que hija de yuta. Fue así
como, a falta de lugares donde no tener que pagar para dar a conocer tu arte,
las bandas comenzaron a organizarse, en muchos casos tomando el modelo del
proyecto de la Unión de Músicos Independientes (UMI). Por ende, surgieron
decenas de organizaciones independientes de música, que no sólo buscaban tocar
sin pagar, sino también implementar la manera de concientizar al ambiente
musical sobre las responsabilidades que debe desarrollar el artista y el
encargado del lugar donde se desarrolle, en este caso, un show artístico. Nos
referimos a una serie de medidas de seguridad que deben ser exigidas tanto por
el artista como por el lugar donde se realizará el acto artístico. Un
aprendizaje que comenzó a mostrar sus frutos, primero en el andamiaje de esas
silenciosas organizaciones que pusieron manos a la obra desde lo amateur, para
luego formar parte y obtener libertad de acción a partir de la constitución del
Instituto Nacional de la Música (INAMU), el ente formulador y regulador de los
derechos, obligaciones y responsabilidades de los músicos y músicas a lo largo
y ancho de la República, nacido al fragor de la ley de la música en 2012.
Bengala
como signo de muerte, lucha como herramienta educativa y la estigmatización de
los paladines mediáticos
Estamos más que de acuerdo
con que la utilización de bengalas es un hecho de hijayutéz, y hay ejemplos de
sobra, no sólo en nuestro país sino en el mundo entero. Tuvimos que asistir a
una tragedia para darnos cuenta de que ya no da prender una bengala en un lugar
cerrado o al aire libre, aunque en el fondo sea un código que nos une en
identificación con una banda o un equipo de fútbol. Que quede bien en claro…
¡Si manipulás una bengala, estás manipulando un arma letal!
Por suerte, lxs pibxs
sobrevivientes, amigxs y familiares de las víctimas todavía se juntan para
concientizar sobre lo ocurrido aquella fatídica noche de fin de año de 2004.
Como lo que sucederá esta tarde a partir de las 18hs. en el Parque Centenario,
lugar al que asistirán ciento de personas que homenajearán a las víctimas bajo
la consigna “Combatir es educar”. Tocarán Hugo Lobo, Peligrosos Inocentes Rock,
El Mirador y Ojos Locos.
La tragedia deja varios
capítulos sin saldar y mucho aun por debatir respecto a una tragedia que fue el
corolario de una década de profunda crisis política y social… a Chabán lo
recordaremos como el hombre que le abrió y le cerró la puerta al rock, otrxs
escribirán en sus páginas que se trató de un loco asesino al que sólo le
importaba meter más gente y lucrar con la devoción de lxs pibxs… Callejeros ya
cumplió su condena y sus exintegrantes tienen el derecho de continuar
escribiendo sus páginas en el arte, como así también llorar a sus víctimas.
Por último, esto va dedicado
a los escribas y habladores que desde siempre se han dedicado a estigmatizar a
esa tribu de la cual forman parte lxs seguidores de bandas como Callejeros, Los
Gardelitos o Viejas Locas: Si viviste los ’90 y el primer lustro del nuevo
siglo y te llenaste la boca culpando de asesinos a lxs pibxs que fueron a
Cromañón con sus hijxs, no entendiste nada. Te estás olvidando de que la
mayoría de lxs que se forjaron en épocas que dejaron vacíos incalculables,
fueron víctimas de una artillería diseñada para sembrar locura y desigualdad.
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