Músicas para saltar el cerco en épocas de Tanbiónica y la mar en limusina
El ser que es oprimido
representa para el que oprime un signo vital al que hay que temerle, como a los
dioses, sino ¿Por qué se lo ha perseguido siempre?
Las minorías fueron
silenciadas pero no acalladas, están más ardientes que nunca, y el ejemplo más
claro es la representación de las manifestaciones culturales que proponen
rescatar y reconfigurar el origen.
Lo que pretendemos analizar
en este blog es el rol crítico transformador de la música, no el sentido
oportunista, vacío en contenido y adornado sólo por el simbolismo de la moda.
Trataremos de contrastar simultáneamente estas dos construcciones -que no
siempre se visualizan- o modos de ser, en el sentir y hacer donde se moldean las
subjetividades de millones de personas a lo largo y ancho del planeta, en un
escenario de colonización y descolonización cultural. Pondremos el acento en
deliberar que lo que conocemos como “rock” es la máxima industria cultural que
se ha colado en nuestro continente desde y para un mercado con exigencias de
consumo de clase media. Y en ese devenir queremos dar a conocer la cultura
acallada del rock, sus raíces, ese que no nació justamente en un garage
estadounidense o británico, sino desde la privación de libertad que sufrieron
los esclavos negros africanos y, por otro lado inmiscuirnos en las
raíces-también acalladas por el mercado- de nuestras músicas originarias del
continente americano. De esta manera podremos acercarnos a “nuestra” música, a
la resistencia del mestizaje cultural que luchó y lucha por no perder su
identidad.
Intentaremos poner el acento
en una base analítica y contingente de la historia, con la premisa fundamental
de hacer hincapié en cómo se construyeron-y se construyen-las identidades
alrededor de una manifestación cultural, social, política y económica, como es
el Rock y la música popular latinoamericana, mediada por dos corrientes: la
Popular y la Comercial Mercantilista.
El Rock y la música en
general son expresiones culturales populares; medios en que las personas pueden
depositar sus esperanzas, frustraciones y, sobre todo, las diferentes
percepciones de un mundo en el que constantemente se someten y se alienan las
identidades.
A lo largo y ancho de
nuestro continente las resistencias culturales que se dieron a través de la
música negra (afroamericana y mestiza), merecen toda nuestra atención, porque
fue en el occidente absolutista donde surgieron estilos como el Blues, Rythm
and Blues y otros subgéneros como el Reggae, que permitieron alimentar a lo que
hoy conocemos como la World Music o músicas del mundo, un nuevo camino de
convivencia, músicas híbridas que trasgreden el mercado, que se autogestionan y
que no escatiman a la hora de fusionar ritmos, instrumentos, lenguas y
costumbres: un combo multicultural revolucionario.
Hacia finales de los
ochenta, con gran afianzamiento en los ’90, el rock de América Latina y el
Mundo comenzó a explorar otras melodías con qué fusionar su historia
ampliamente atravesada por diferentes culturas y sentimientos de época.
El fragor comunitario ha
prevalecido frente a la amenaza del neoliberalismo por vaciar la cultura. Hay
ejemplos de sobra como los Mano Negra (Francia y resto del mundo), Los Fabulosos
Cadillacs y Todos Tus Muertos (Argentina), Negú Gorriac (País Vasco),
Mezcaleros (última banda de Joe Strummer), etc. Y ya que hablamos del ex
cantante de los Clash, quien fue uno de los pilares junto a Bob Marley de lo
que conocemos como Músicas del Mundo, está bueno recordar que fue una de las
bandas que rompió con el molde punk “no future”, cambiándolo por mensajes
esperanzadores y críticos sobre la sociedad de consumo y las políticas
liberales, que posibilitaron explorar y rendir muy buen tributo a las músicas pertenecientes a otras culturas,
ajenas al mercado comercial occidental, como también lo viene haciendo el ex
cantante de Talking Heads, David Byrne.
En el siglo XXI es Manu Chao
quien juega ese rol de juglar nómada que se abre a la experiencia de dejarse
atravesar por las culturas de toda nuestra tierra y se anima hasta producir
bandas como Amadou et Mariam, un dúo musical proveniente de Malí. Ese meterse,
ese recorrido antropológico que llevan a cabo muchas agrupaciones rockeras y no
rockeras, es el renacer de las comunidades, las costumbres y formas culturales
que fueron silenciadas por la modernidad, pero que hoy vuelven contra todo
mercado, aglutinándose en la trinchera de lo latinoamericano, lo negro, lo
andino y lo mestizo.
También queremos dejar bien
en claro que no somos ningunos iluminados ni iluminatis, como sí se creyeron
algunos críticos que catalogaron al rock como “chabón” y lo pusieron contra el
paredón, acusándolo de sujetos futbolizados y violentos, en vez de leer la
historia que atravesaba al país. Ese dejo de realidad es fruto de una amnesia
de época que provocó el olvido de una matriz que se levantó como receta en los
’70 y se agudizó en los ’90, convirtiéndose en la verdadera causante de vacíos
incalculables, una artillería diseñada que se encargó de sembrar locura y
desigualdad.
En resumidas cuentas,
queremos que puedas disfrutar de historias y musas-sin fainá- de la música TODA…
Porque sabemos que tu mamá
dice que para actuar te mantengas lejos de aquel lugar…nosotros te decimos que
hagas lo contrario, que pongas todo en un embudo y sientas cómo te atraviesa la
cultura.
Hermoso texto
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